En el post de hoy queremos tratar el tema de La Inquisición en España y con más detalle sobre los instrumentos de tortura que usaban.
Durante el reinado de los Reyes Católicos, España estaba muy dañada, las arcas estaban vacías, el clero corrompido, la nobleza sublevada, debido a las innumerables guerras entre cristianos y musulmanes. Los judios declarados junto con los conversos dificultaban la unidad territorial a través de la Religión por lo que la Reina Isabel decidió librar a sus territorios de falsos conversos una vez finalizada la guerra (1492).
No fue hasta el 1478 cuando se fundó la Institución, en el 1480 empezó el mayor periodo de persecución a los judios conversos alargándose hasta el 1530. La total abolición no llegó hasta el 1834.
La Inquisición en España estaba formada por varios miembros: Un Consejo (miembros elegidos por el Rey y conocido como La Suprema), el Inquisidor General (elegido por el Papa de Roma), los Tribunales Provinciales (formados por dos inquisidores, un asesor, un alguacil, un fiscal, subordinados, carceleros notarios y capellanes), y los familiares que constituían el conjunto de servidores laicos, como cualquier trabajo en aquella época era remunerado, los salarios provenían de las confiscaciones y las multas.
Cabe destacar, la figura de Tomás de Torquemada (fraile dominico castellano), Inquisidor General de Castilla y Aragón.
El problema que existía con los presos era que muchos no sabían ni de que se les acusaba, ya que los denunciantes no podían dar su identidad y las acusaciones debían ser de manera muy general. Por supuesto, el arresto iba acompañado de la confiscación de todos los bienes. Estos bienes, también los utilizaban para costear el tiempo en prisión y las costas judiciales. Si eran pobres, el Tribunal se encargaba de todos estos costes. Según esto, podemos ver que a parte de ser una persecución religiosa también fue una persecución económica.
Pero, una vez acusado…. ¿qué pasaba si no había suficientes pruebas y tampoco confesaba?; se dictaba la sentencia llamada In conspectu Tormentorum (A la vista de los Tormentos), que era la manera de obtener la confesión del hereje. Si aún así no confesaba, utilizaban algunos de las torturas que a continuación os contamos:
Una de las más famosas fue la rueda de despedazar (esta pieza la usaban para castigar los crímenes más graves). El reo era colocado en la rueda desnudo y le iban rompiendo las articulaciones (extremidades, cadera y hombros) con la rueda e incluso, en ocasiones utilizaban mazas. A continuación, se le colocaba en posturas imposibles y se colgaba de un poste hasta que moría por las heridas. Aunque sea difícil de entender a día de hoy, era una de las torturas favoritas de la plebe en aquella época. Este tipo de tortura también fue utilizada en Francia y Alemania.
Para la humillación pública, utilizaban unos trapos amarillos que portaban todos los condenados por la Inquisición. A estos trapos se les llamaba sambenitos. Podían ser llevados durante el Auto de Fe, un periodo de tiempo o de por vida. También, dependiendo del grado de condena, se pintaba la Cruz de San Andrés (una cruz de aspa) impuesta por el cardenal Cisneros tras la muerte de Torquemada. Para los borrachos, como humillación pública se utilizaba La picota en tonel, el tonel era puesto sobre el culpable y dentro se colocaba estiércol, orines o agua podrida.
El más conocido por todos es el garrote, que además es de origen español y ha sido utilizado como pena capital hasta el año 1975 (si os paráis a pensar no fue hace tantos años… seguro que algunos ya habíais nacido). Quizás una de las torturas más agónicas que existen. Se introducía la cabeza por el aro del poste, se presionaba el cuello tirando de la argolla hacía atrás y al mismo tiempo, el tornillo colocado en el poste se introducía entre las cervicales separándolas y cortando la médula espinal.
La horca es la más antigua, y por supuesto, durante los años fue evolucionando. Los plebeyos eran colgados de una cuerda hasta que morían por asfixia e incluso, para aumentar el sufrimiento, a algunos reos se les ponía piedras en los pies. La horca evolucionó y se empezó a usar el sistema de escotillón, este sistema es el que vemos en todas las películas. El condenado sube a una plataforma por unas escaleras, se le pone una cuerda al cuello y se abre una trampilla bajo sus pies. Este sistema lo que hace es que el cuello se parta y deje de llegar sangre a la cabeza.
La silla de interrogatorio os podéis imaginar lo que es, pero no olvidéis el detalle de los pinchos. Eran sentados desnudos y para aumentar el sufrimiento eran empujados contra los pinchos. Pero hay no queda el asunto…, como eran sillas de hierro en su mayoría, debajo de ellas se ponían braseros para calentar dichos pinchos. Muy similar a la silla de interrogatorio está la llamada doncella de hierro, que consistía en un sarcófago lleno de pinchos. Éstos, estaban colocados de forma que les producía heridas que al cabo del tiempo terminaban con la muerte.
La cuna de Judas es quizás una de las más dolorosas, el culpable era alzado con cuerdas de forma sentada y le ponían de manera que su ano quedará sobre una pirámide. Los verdugos dejaban caer todo el peso del cuerpo sobre el vértice repetidas veces.
Existían instrumentos de tortura especialmente para las mujeres, como el desgarrador de senos, cuyo nombre ya explica todo, la pera anal, que también sobran las explicaciones, y el arañado que era un trozo de hierro con forma de rodillo que se colocaba en los pechos, al tener el filo con puntas esto desgarraba toda la piel.
Otra de las torturas muy conocidas es el potro, se pone al acusado tumbado y atado, y se le van estirando las extremidades.
Los instrumentos o torturas más «light», por decirlo de alguna manera, fueron los aplastapulgares, los látigos de cadenas, la horquilla (se colocaba en el cuello e impedía cualquier movimiento de la cabeza, de lo contrario se pinchaban), la cigüeña (instrumento que inmovilizaba todo el cuerpo), el collar de púas punitivo (igual que el collar de castigo de los perros pero de hierro y con más pinchos), la garrucha (se colgaba al acusado por los brazos y por la parte de la espalda, las sacudidas provocaban la rotura de los hombros) y las uñas de gato (desgarraban la piel).
Aunque resulte difícil de creer, en estos tiempos aún se utilizan la horca y el collar de púas punitivo en algunas civilizaciones.
Pese al sufrimiento que pasaban los acusados, para que sus confesiones fuesen válidas, debían esperar 24 horas. Las torturas no se podían repetir, para causar más tiempo el sufrimiento al acusado, cancelaban la sesión en mitad de la tortura y continuaban en otro momento. Por eso las torturas en algunas ocasiones podían durar días.
Después de hacer este artículo, al leer tantos «hechos reales», conocer del sufrimiento y dolor que se describe a lo largo de las palabras, no debemos olvidar que fueron creados por el hombre, lo que nos pone un poco más los pelos de punta.
Queremos compartir también con vosotros y para finalizar, los datos oficiales sobre las ejecuciones y penitencias impuestas por la Inquisición en España desde 1481 hasta 1808.
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Quemados vivos
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Quemados en efigie
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Penitenciados
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Reyes Católicos (1481-1517)
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16.376
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9.901
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178.382
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Carlos V (1517-1556)
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6.354
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2.872
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50.496
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Felipe II (1556-1597)
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3.990
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1.845
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18.450
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Felipe III (1597-1621)
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1.480
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692
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10.716
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Felipe IV (1621-1665)
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2.852
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1.428
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14.080
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Carlos II (1665-1700)
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1.632
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540
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6.512
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Felipe V (1700-1746)
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1.600
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760
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9.130
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Fernando VII (1746-1759)
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10
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5
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170
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Carlos III (1759-1788)
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4
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0
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58
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Carlos IV (1788-1808)
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0
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1
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42
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Nota: quemados en efigie eran todos aquellos que en el momento de ser quemados estaban muertos y en su lugar se ponía un muñeco a modo de representación. Datos Oficiales.
Fotografía propiedad de El Silbidito de Tarantino (ESDT@Patricia)
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